LA CONEXION DIVINA by Francisco J. Rubia

LA CONEXION DIVINA by Francisco J. Rubia

autor:Francisco J. Rubia
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2010-01-01T00:00:00+00:00


La persecución de los sufíes por la ortodoxia islámica

Los hombres nunca hacen el mal con mayor eficacia y ligereza que cuando actúan guiados por una convicción religiosa.

Blaise Pascal (1623-1662)

En la historia del misticismo ha sido una constante que las personas que se han dedicado a la búsqueda del éxtasis y de la unión con Dios hayan sido perseguidas por la iglesia oficial de la religión correspondiente. Esto ocurrió en el cristianismo y también en la religión islámica. Hubo varios motivos. El primero y principal es que el contacto directo con Dios hacía superflua la jerarquía eclesiástica como mediadora, pero también que los místicos solían compartir la vida de los pobres, lo que iba acompañado generalmente de una crítica a las costumbres de la clase sacerdotal. Había también críticas por parte de los místicos a la forma de llevar a los creyentes por parte de la superioridad eclesiástica y al hecho de poner más énfasis en las formalidades que en la búsqueda de Dios. A menudo las charlas de los místicos con el pueblo llano tenían más éxito que las de los sacerdotes y sabios de la Iglesia, lo que generaba envidias y recelos por parte de éstos. Pero lo que colmaba el vaso eran las expresiones de ser uno con la divinidad, como ocurrió con al-Hallâj, o que algunos místicos fueran adorados tras su muerte como si fuesen santos, lo que estaba en contradicción con la enseñanza de que sólo Dios podía ser adorado.

Como hemos mencionado anteriormente, Husayn ibn Mansur al-Halláj fue ejecutado el año 922 en Bagdad; Yahyá Sohrawardí murió en el fuerte de Alepo en Siria en 1191; las obras de nuestro murciano ibn-Arabí fueron prohibidas mientras vivió, y un largo etcétera.

Tampoco es de extrañar que otro místico del Islam, Ayn alQudat al-Hamadhâni, nacido en 1098 en Irán occidental, fuese encarcelado y condenado a muerte en 1131. La conjunción de los opuestos, una de las características de la experiencia mística, le hizo afirmar que Iblis, el diablo, no era otra cosa que un aspecto diferente de Mahoma, pero que ambos eran aspectos de la misma realidad divina. Mahoma era la luz blanca, la luz guía del poder de Dios, mientras que Iblis era la luz negra, el fuego destructor de ese mismo poder.



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